SEGUIMOS RECOGIENDO APOYOS A LA CAMPAÑA ¡¡TODAS LAS VICTIMAS DEL FRANQUISMO, EN LOS REGISTROS CIVILES!!.
CAMPAÑA PUBLICA ¡¡TODAS LAS VICTIMAS DEL FRANQUISMO, EN LOS REGISTROS CIVILES!!.

para http://www.todoslosnombres.org/ CGG

Presentada, en Sevilla, el pasado día 20, comienzan a llegar los primeros apoyos a la campaña pública ¡¡TODAS LAS VICTIMAS DEL FRANQUISMO, EN LOS REGISTROS CIVILES!!.

La campaña promovida por las entidades; Grupo de Trabajo “Recuperando la Memoria de la Historia Social de Andalucía” de CGT.A (RMHSA), la Asociación para la Recuperación de la memoria Histórica de Extremadura (ARMH-EX), la Asociación Andaluza Memoria Histórica y Justicia (AMHyJA), la Asociación para la Recuperación de la memoria Histórica de Aguilar de la Frontera (AREMEHISA), Dignidad y Memoria de Marchena (DIME) y Associació per a la memòria hitòrica i democratica del Baix Llobregat (APMHiDBLL).

Se pretende con esta importante iniciativa, que se comenzará a trasladar en las próximas semanas a l@s diputad@s de aquellas provincias más afectadas por esta situación, o sea, donde triunfó el Golpe de Estado, y con ella se persigue, al menos, modificar (o incluir) artículos para:

1º Facultar a los Ayuntamientos para inscribir en el Registro Civil a todos aquellos vecinos censados en la población, en los momentos de su muerte, y que no tengan familiares que pudieran hacerlo, así como a aquellos funcionarios, empleados o cargos políticos de la Corporación Municipal.

2º Facilitar a las familias la inscripción en los Registros Civiles de las víctimas del franquismo, previa la presentación de documentación oficial (Comunicaciones de militares, Guardia Civil, Falange, Delegados gubernativos, fichas carcelarias, etc.), disponiendo para ello de asesoramiento jurídico gratuito.

3º Agilizar la inscripción “de oficio” por parte de los Juzgados pertinentes cuando exista, y tengan conocimiento, de documentación oficial de la época que así lo demuestre.

El Manifiesto expone que la situación actual a la que se tiene que enfrentar las familias que ahora -treinta y tres años, un mes y 38 días después de la muerte del dictador- intentan inscribir a un/a fusilado en el Registro Civil.

RELACION APOYOS POR ORDEN DE ENTRADA, AL DÍA 28.01.2009

Acosta Bono, Gonzalo. Geógrafo. Sevilla
Espinosa Maestre, Francisco. Historiador. Sevilla
Gordillo Giraldo, Cecilio. Empleado. Dos Hermanas. Sevilla.
López Fernández, Rafael. Médico. Dos Hermanas. Sevilla
Labrador Rodríguez, Yolanda. Funcionaria. Sevilla
Galeano López, José M. Profesor IES. Carrión de los Cespedes. Sevilla.
Medina Sanabria, Pedro. Jubilado. Tenerife.
Gavira Gil, Javier. Profesor IES. Marchena. Sevilla.
García Márquez, José Mª. Historiador. Sevilla
Guerrero Moreno, Rafael. Periodista. S. Juan Azanalfarache. Sevilla
Rodríguez Escobar, Noelia. Concejal Cultura. Castilleja de la Campo. Sevilla
Lozano Aguilar, Antonio. Escayolista. Alcolea del Río. Sevilla
García González, Francisco. Jubilado. Sevilla
Herrera Palacios, Aurora. Trabajadora Social. Albacete
Villa Bouzón, María R. Abogada. Calpe
Almeida Rubio, Vicente. Jubilado. Sevilla
Robledo Hernández, Ricardo. Pfsor. Universidad. Salamanca
Ortiz Martín, Ana. Maestra. Marchena. Sevilla.
San José Fernández, Pilar. Ofimática. Jaén
Moreda Sánchez, Luis M. Administrativo. Griñón
González De la Peña, María M. Bibliotecaria. Salamanca
Zueco Serrano, José L. Administrativo. Zaragoza
Carrasco Pacheco, José A. Empleado. Elche
De la Torre Montiel, Pilar. Secretaria. Valladolid
De Córdoba Ortega, Santiago. Investigador. Andujar. Jaén
Calvo Rengel, Luis. Pensionista. Salamanca
Calderón Reina, J. Antonio. Actor. Hospitalet. Barcelona
Carreño Crispín, Jorge L. Ejecutivo empresa. Palma Mallorca
Ramón Mira, María A. Aux. Administrativa. Palma Mallorca
Parramón Homs, Clara Carme. Hospitalet. Barcelona
Gutiérrez Molina, José Luis. Historiador. Sevilla. Sevilla
Domingo Alfonso. Escritor. Madrid Madrid
Bedmar González, Arangel. Historiador. Lucena. Córdoba
Igeño Luque, Diego. Archivero. Aguilar de la Frontera. Córdoba
Espino Luque, Rafael. Prof. Técnico. Aguilar de la Frontera. Córdoba
Espino Navarro, Rosalía. ATS. Aguilar de la Frontera. Córdoba
Espino Navarro, Antonio. Funcionario. Aguilar de la Frontera. Córdoba
Arjona Pedrosa, Remedios. Empleada. Aguilar de la Frontera. Córdoba
Álvarez Jiménez, Mª Llanos. Economista. Madrid. Madrid
Sánchez García, Angela. Maestra. Almuñecar. Granada
Eslava Rodríguez, Francisco. Maestro. Carmona. Sevilla
Angosto Vélez, Pedro Luis. Dr. Historia. Alicante. Alicante
Carasa Ballesta, Adoración. Maestra. Almería. Almería
Ruíz Acevedo, Francisco. Jubilado. Barcelona. Barcelona
Casero Rodríguez, Francisco. Ejecutivo emp. Sevilla. Sevilla
Herreros Fernández, Mario. Comerciante. Calahorra
ARMH-Valladolid. Asociación. Valladolid
Calleja Gago, Rosa María. Técnico Medio. Valladolid. Valladolid
Tellez Rubio, Juan José. Periodista. Algeciras. Cádiz
Álvarez Del Amo, Alejandro. Jubilado. Palacios del Sil. León
Ávila Álvarez, Ana. Profesora. Sevilla. Sevilla
Valencia Rodríguez, Juan M. Profesor IES. Sevilla. Sevilla
Maqueda Fernández, Paqui. Trab. Socia. Sevilla. Sevilla
Ruiz Fernández, Eva María. Periodista. Sevilla. Sevilla
Trujillo León, Francisco. Empleado. Sevilla. Sevilla
Velasco Haro, Manuel. Profesor EGB. Los Corrales. Sevilla
Colominas Tutusaus, Salvador. Químico. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Vallejo Calderón, Dolores. Historiadora. Barcelona. Barcelona
González Merino, Antonio. Jubilado. Sant Joan Despi. Barcelona
Vallejo Calderón, Carles. Técnico. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Lizano Berges, Vicenç. Jubilado. Barcelona. Barcelona
Florez Barrón, Ignacio. Jubilado. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Sanabria Esteban, Eliseo. Dtor. Centro Cultural. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Artís Villena, Nestor. Empresario. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Martín Martín, Antonio. Abogado. Barcelona. Barcelona
Briones Perejil, Fernando. Jubilado. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Roa López, Miquel. Arquitecto. Sant Just Desvenr. Barcelona
Nieto Fernández, Francisco. Jubilado. Sant Joan Despi. Barcelona
Sevillano Palma, Ana Rosa. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Nogue Felip, Josep. Economista. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Domínguez del Amor, Ángel. Metalurgico. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Nogales Boya, Manuel. Jubilado. Sant Joan Despi. Barcelona
García Sánchez, Antonio. Jubilado. Sant Joan Despi. Barcelona
Pardo Lanuza, Mª José. Barcelona. Barcelona
Martínez Ojeda, Benigno. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Fernández Valentín, Rafael. Profesor IES. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Salas Carraminyana, Miquel. Quimico. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Tarda i Comas, Joan. Diputado-Historiador. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Romero López, Mª Carmen. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Español Fernández, Francisco. Sant Feliú Llobregat. Barcelona
Prieto I Caballe, Frederic. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Mantis Aragües, Antoni. Martorell. Barcelona
Garrido Jiménez, Jesús. Transportista. Sant Joan Despi. Barcelona
Torres I Romeu, Salvador. Sacerdote. Barcelona. Barcelona
Romero Asencio, José. Sant Joan Despi. Barcelona
Manzano González, Juan Antonio. Jubilado. Sant Joan Despi. Barcelona
Salinas Gallego, Juan Pedro. Jubilado. Barcelona. Barcelona
Gálvez Alcalde, José. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Caldas Ibañez, Pedro. Jubilado. Masquefa. Barcelona
Vázquez Merino, Mª Jesús. Pfra. Universidad. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Pérez Delgado, Jacinto. Sant Joan Despí. Barcelona
Mora Núñez, Antonio. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Funes Romero, Arnau. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Bosch Mestre, Jaume. Diputado. Sant Feliu de Llobregat. Barcelona
Romero Velarde, José Mª. Sindicalista CC.OO. Cornellá de Llobregat
Plata González, Juan Antonio. Empresario. Gavá.
González Merino, Josefa. Jubilada. Sant Joan Despi. Barcelona
Ortiz Pérez, José. Jubilado. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Carrasco Juadenes, Laureano. Empresario. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Núñez Dueña, Rafael. Abogado. Barcelona. Barcelona
López Cruz, Rafael. Jubilado. Chiclana. Cádíz
Plata González, Mariano. Empresario. Viladecans. Barcelona
López Solavera, Carmen. Jubilada. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Cevallos Morillo, Manuel. Sindicalista UGT. Cornellá de Llobregat. Barcelona
López Lozano, Manuel. Abogado. Abrera. Barcelona.
Fernández Alonso, Álvaro. Jubilado. Barcelona. Barcelona
Balmón Arevalo, Antonio. Alcalde Cornellá. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Sayol i Santamaria, Ignasi. Profesor. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Barbera Molina, Isabel. Funcionaria. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Oriol Hiu, Antoni Mª. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Molina Núñez, Francesc. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Fernández Trabal, Joan. Historiador. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Padró Margo, Josep. Historiador. Torrellas de Llobregat. Barcelona
Martínez Flor, Antonio. Concejal. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Pujol Forte, Ramón. Cornellá de Llobregat, Barcelona
López García, Miguel. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Requena Gómez, Juan. Srio PPJJ Baix Llobregat. Esplugues de Llobregat. Barcelona
Olivas López, Pascual. Jubilado. Prat de Llobregat. Barcelona
González Aragón, Antonio. Artes gráficas. Hospitalet de Llobregat. Barcelona
Montilla Cordón, Antonio. Jubilado. Sant Joan Despi. Barcelona
Garrigós Satoca, Serafín. Jubilado. Cornellá de Llobregat. Barcelona
López Ripado, Ripado. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Doñate Sanglas, Ignasi. Abogado. Cornellá de Llobregat. Barcelona
López Álvarez, Mari Carmen. Farmaucetica. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Siles Molina, Maribel. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Junyent Sonet, Joaquín. Jubilado. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Gómez Holgado, Francisco. Correos. Esplugues de Cornellá. Barcelona
Delgado Chamizo , Gregorio. Administrativo. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Saavedra Zurita, Ángel. Jubilado. Granada. Granada
González Polonio, Rafael. Jubilado. Sant Feli de Llobregat. Barcelona
Prieto Rius, Francesc. Historiador. Molins de Rei. Barcelona
Piquet Ibañez, Josefina. Conferenciante. Barcelona. Barcelona
Jiménez García, Rafael. Jubilado. Prat de Llobregat. Barcelona
Cabello Buendía, Octavio. Jubilado. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Pavón Lupiáñez, Teodosia. Profesora Universidad. Cornellá de Llobregat. Barcelona
González Fernández, Manuel. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Evole Hurtado, Gonçal. Jubilado. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Bernete Navarro, Mª José. Documentalista. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Serra I Sancho, Lluis. Jubilado. Barcelona. Barcelona
Lorite Galindo, José. Jubilado. Cornellá de Llobregat. Barcelona
Pascual Lozano, Juan. Cornellá de Llobregat. Barcelona
San Geroteo Flores Ramón, Raymond. Jubilado. Francia. Francia
Calero Grillo, Rosario. Historiadora. Esplugues de Llobregat. Barcelona
Reyes Foncubierta, Pedro Miguel. Op. Telefónica. San Fernando. Cádiz
Jiménez Reina, Antonio. Empresario. Aguilar de la Frontera. Córdoba
Recuero Casado, Julio. Madrid. Madrid.
CGT.Castelló. Organización Sindical. Castelló. Castelló.
Gil Piñero, Profesor FPO. San Fernando. Cádiz.
Núñez Díaz-Balart, Mirta. Profesora Universidad. Madrid. Madrid
Valdivia Morente, Miguel. Profesor Secundaria. Jaén. Jaén
Morón Hernández, Concha. Funcionaria. Sevilla. Sevilla
Sola Olivares, Jesús M. Automoción. Marbella. Málaga.
CGT.OO.VV. Organización Sindical. Cádiz. Cádiz.
Arroyo Rey, Mario. Agente Medio Ambiente. Madrid. Madrid
Trujillo León, Mª Fernanda. Empleada. Tomares. Sevilla
Claros Álvarez, Francisco. Monitor Escolar. Málaga. Málaga
Plaza Aguado, Cristina. Administrativa. Madrid. Madrid
Ribas Parra, Ana. Enfermera. Marchena. Sevilla.
Zugasti Jiménez, Francisco. Sindicalista CGT. Málaga. Málaga
Martínez Romero, Eulogio. Ing.Industrial. Hospitalet del Infante. Tarragona
Calvo Delgado, Oscar. Trabajador UNED. Madrid. Madrid.

SEVILLA: SáBADO 31 DE ENERO, CONCENTRACIóN EN LA PLAZA DE LA GAVIDEA.
Sevilla: Sábado 31 de Enero, Concentración en la Plaza de la Gavidea.

Para http://www.todoslosnombres.org

Vamos a la calle, por cuarta vez, desde que se inició este tipo de actuación el pasado mes de Octubre de 2008 por parte de la CAMHA (Coordinadora de Asociaciones de la Memoria Histórica de Andalucía: AREMEHISA, DIME, AMHyJA, RMHSA de CGT.A,…) convocando a entidades y familiares de víctimas del franquismo para reclamar la INTERVENCION, y denunciar la PASIVIDAD, del Gobierno Andaluz en materia de fosas comunes de la represión de la dictadura, a pesar de que en estos últimos días se ha desbloqueado, POR FIN, el problema de la Puebla de Cazalla.

Los incompresibles aplazamientos, y «marcha atrás», está «desesperando» a cientos de familiares que llevan esperando más de SETENTA AÑOS para recuperar, homenajear y dar digna sepultura a los restos de sus seres queridos «tirados» en cementerios, cunetas ….

No sirven, a estas alturas, los argumentos de planes estratégicos, reglamentos, protocolos u ordenes judiciales, sino de voluntad política, como lo demuestran las intervenciones en Calañas (Huelva), Moraleda de Zafayona y Diezma de Granada, realizadas en las últimas semanas y en las que no ha hecho, acto de presencia, ningún representante de la Junta de Andalucía, al igual que no han tenido ningún tipo de reacción pública -a pesar de que en su momento el Comisario apoyó a la familia- ante la actitud BELIGERANTE Y CONTRARIA A LA LEY DE MEMORIA HISTORICA del ayuntamiento de Córdoba a la exhumación de Luis Dorado Luque (diputado del PSOE fusilado en dicha ciudad) y que financia el Ministerio de la Presidencia.

¿Esperaran a que pase el plazo y se tenga que Devolver el dinero?.

A pesar de estos antecedentes encima –algunos- se permiten pedir PACIENCIA a las familias de los fusilados.

QUEREMOS HECHOS, NO PROMESAS.

UN TUPIDO VELO – 140.000 MUERTOS INVISIBLES

Sus cuerpos e historias siguen ocultos. Españoles asesinados en 1936 y 1951 y enterrados dos veces, en realidad. Entonces, por la Guerra Civil, y ahora, por las trabas burocráticas de todo signo político y la excusa de que el olvido mejora la convivencia.

El País/BENJAMÍN PRADO 18/01/2009

No se sabe quién los mató, pero sí quiénes no van a desenterrarlos: esas personas a las que el poeta Juan Gelman ha descrito como «los organizadores del olvido» y cuyo trabajo en España ha sido tan eficaz que aún hoy -cuando se cumplen 70 años del final de la Guerra Civil y 30 de la llegada de la democracia- quedan decenas de miles de víctimas de la dictadura enterradas en las innumerables fosas comunes que cruzan el país igual que una cicatriz siniestra y a las que, según la lista que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica le entregó al juez Baltasar Garzón cuando éste inició una causa para investigar el paradero de los asesinados por los golpistas entre julio de 1936 y diciembre de 1951, fueron a parar al menos 130.137 personas en España y 7.000 más en campos de concentración en el extranjero.

Una cifra imponente que, sin embargo, algunos quieren que sea invisible, como pudo comprobar el magistrado de la Audiencia Nacional nada más poner en marcha su proceso, al requerir a diversas instituciones datos sobre los desaparecidos y encontrarse con que esclarecer aquella cacería humana iba a ser difícil, porque muchos de los silencios y escondites legales en los que se ha basado la inmunidad de los represores o de sus cómplices parecen invulnerables, y porque una parte de la verdad está enterrada en los sótanos de la Transición y la blindan pactos como la Ley de Amnistía del año 1977, que es preconstitucional, o los Acuerdos suscritos en 1979 con el Vaticano.

La primera indultaba «los delitos de rebelión y sedición, así como los delitos y faltas cometidos con ocasión o motivo de ello, tipificados en el Código de Justicia Militar», y «los delitos y faltas que pudieran haber cometido las autoridades, los funcionarios y agentes del orden público (…) contra el ejercicio de los derechos de las personas». Los segundos sancionaban que el Estado respetaría «la inviolabilidad de los archivos, registros y demás documentos pertenecientes a la Conferencia Episcopal Española, a las curias episcopales, a las curias de los superiores mayores de las órdenes y congregaciones religiosas, a las parroquias y a otras instituciones y entidades eclesiásticas». El narrador Adolfo Bioy Casares hablaba de Argentina cuando dijo que el problema de su país era que allí «el olvido corre más ligero que la historia», pero también podría haber estado hablando de España.

Sin embargo, nada de eso existe para las víctimas, cuyos relojes se quedan parados a la hora del drama, ni para sus familiares, que quieren regresar al pasado para saber, para rehabilitar la memoria de sus parientes, devolverles la dignidad o sacarlos de la ignominiosa tumba clandestina a la que fueron arrojados por sus ejecutores; porque mientras eso no suceda, tal y como recordaron primero el novelista Primo Levi y luego el propio Gelman, los herederos del horror seguirán oyendo gritar a sus desaparecidos el poema de Coleridge que dice: «Desde entonces, a una hora incierta / la agonía vuelve; / y hasta que mi historia espantosa sea contada / mi corazón seguirá quemándose en mí». Un hombre que ha sobrevivido a Auschwitz sólo el tiempo que necesitaba para reunir el valor de suicidarse, y otro cuyo hijo y nuera han sido asesinados por los militares argentinos, deben de saber muy bien lo que hiere y consume ese fuego. Y también lo saben, aquí y ahora, muchos hijos y nietos de republicanos españoles que aún no han sido rehabilitados y que, al ver cómo sus familiares parecen haber sido enterrados dos veces, una bajo la tierra fúnebre de la tiranía y otra bajo la burocracia de la libertad, sin duda estarán de acuerdo con el historiador Paul Preston, que sostiene que ésa, entre otras, es la prueba de que el general Franco tenía al menos parte de razón cuando dijo que lo dejaba todo «atado y bien atado» para después de su muerte.

Lo cierto es que el mundo ha cambiado mucho, pero en algunas cosas sólo para que las mismas injusticias se puedan medir con aparatos más sofisticados… y seguir sin repararse. No deja de ser tremendo que en pleno siglo XXI se pueda entrar en Internet y usar Google Maps para ver fosas comunes como la del cementerio de San Rafael, en Málaga, de la que ya se han sacado muchos de los entre 4.000 y 5.000 cuerpos que se calcula que están allí sepultados.

El camino de quienes intentan recuperar los restos de los suyos ha sido largo y solitario, y aún hoy tiene más curvas que rectas, puesto que las trabas legales que dificultan cualquier iniciativa al respecto son interminables y porque la ayuda oficial que han recibido por parte de los diferentes Gobiernos de la democracia ha sido más pequeña cuanto más grande era la polémica que se creaba cada vez que se ponía el tema sobre la mesa, con lo que al final siempre han estado solos, en una zona de nadie situada entre los que se oponen ferozmente a las exhumaciones y los que tienen miedo de esa ferocidad. «La memoria, malla a malla, / me cubre armando su mundo», dice en uno de sus poemas Jorge Guillén, y mucha gente se ha debido de sentir así en nuestro país, atrapada en la red de las preguntas sin respuesta y los derechos vulnerados, al margen de la normalidad democrática que disfrutaban los otros. La última decepción, que fue muy dolorosa porque había levantado enormes expectativas, se produjo cuando el juez Garzón, que, entre otras cosas, les quería dar a las atrocidades del franquismo la categoría de crímenes contra la humanidad, un grado que evita que los delitos prescriban o sean amnistiados, fue sometido a una presión tan asfixiante a izquierda y derecha, tanto por parte del fiscal general del Estado como de la sección más conservadora del Poder Judicial, que se vio obligado a inhibirse de la investigación en favor de los juzgados territoriales de los lugares en los que se encuentran algunas de las fosas conocidas, para que ellos decidan si siguen adelante o no.

Será difícil que la mayor parte lo haga, porque dar ese paso los alejaría de la Audiencia Nacional, que se ha declarado incompetente en ese asunto y cuyos magistrados se han opuesto por mayoría a que se indaguen aquellos sucesos al detener la causa con una sentencia del Tribunal Supremo. Su decisión habrá alegrado, sin duda, a quienes encierran la historia de la represión en un círculo paradójico, cuyo argumento de que sacar a un republicano de una fosa común es un desafío a la convivencia democrática, se parece bastante al que se utilizaba para enterrarlos en ellas, acusándolos de «auxilio a la rebelión».

Detrás de los familiares, sin embargo, no está el vacío, a pesar de los muchos huecos que deja la controvertida Ley de Memoria Histórica, en la que se dice que «el Estado ayudará a la localización, identificación y eventual exhumación de las víctimas de la represión», algo que en la práctica no ha ocurrido ni parece que vaya a ocurrir tras aprobar el Gobierno, en diciembre de 2008, la creación de una Oficina para las Víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura, que realizará un mapa de las fosas existentes y promoverá «la cooperación institucional en los desenterramientos». Son compromisos ligeros, promesas que ofrecen, como mucho, todo lo que pueden dar de sí palabras como «ayuda» o «cooperación».

Partiendo de esa base, el borrador que ha presentado el Gobierno concluye que los familiares de las víctimas llevarán a cabo las exhumaciones «con sus propios medios o con los que se aporten mediante la suscripción de los correspondientes convenios o contratos» y, en realidad, se desentiende del asunto al comunicar que para poder realizarlas «será necesaria la autorización de la Comunidad Autónoma correspondiente y de los órganos de gobierno de la entidad local donde se ubiquen los restos».

Es decir, que la apertura o no de una fosa de la Guerra Civil dependerá del dinero de los particulares y del criterio de cada Administración autonómica. El Gobierno contribuye a la tarea, desde hace dos años, con una subvención testimonial de 120.000 euros anuales.

Por fortuna para los afectados, esos huecos los llenan, hasta donde pueden, organizaciones como la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que son las que se han encargado de las exhumaciones. Tal vez, la diferencia es que la gente que las dirige no trata ese drama sólo como un asunto político, sino en primer lugar como una tragedia humana, lo cual parece más que coherente, dado el tiempo transcurrido. Lo raro es lo contrario, interpretar la rehabilitación de las víctimas como un ajuste de cuentas o como una provocación y llegar a decir, tal y como se ha hecho desde el rincón más reaccionario de nuestra sociedad, que sacar a un familiar de una fosa común para darle una tumba digna es querer ganar la Guerra Civil a los 70 años de haberla perdido. Un puro disparate que, eso sí, tiene una vez más como coartada la Transición, puesto que quienes lo mantienen han acusado a los defensores de la memoria histórica de «querer establecer la legitimidad democrática en 1931, en lugar de en 1978».

Tal vez lo que ocurre es que, como ha dicho en alguna ocasión uno de los miembros del Tribunal Supremo, José Antonio Martín Pallín, para algunos, «la legalidad emanada del franquismo se considera igual a la emanada de un Parlamento democrático». Algunas personas aún sienten miedo cuando se producen estos debates, seguramente porque piensan que si los viejos antagonismos se reavivan con tanta facilidad es porque la hoguera nunca se ha llegado a apagar del todo y podría volver a quemarnos.

Mientras en España unos hablan del futuro como único antídoto del pasado y otros intentan explicarles que la manera de avanzar en la historia es pasar página, pero no arrancarla, Amnistía Internacional (AI) ha realizado varios informes en los que se pregunta por qué España intervino judicialmente en los casos de las dictaduras chilena y argentina, pidiendo la extradición de Augusto Pinochet o condenando al ex militar argentino Adolfo Scilingo por crímenes de lesa humanidad, y sin embargo «no ha sido capaz de ofrecer verdad, justicia y reparación para las víctimas de su propio país durante la Guerra Civil y el régimen franquista», lo que hace evidente la originalidad macabra de nuestro país, «que es el único caso donde no se ha avanzado prácticamente nada 70 años después de la Guerra Civil».

Los tres jueces de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional que apoyaban a Garzón consideran que el magistrado perseguía «crímenes contra la humanidad» y actos de «violencia política institucionalizada y terrorismo de Estado» que fueron «acciones militares y paramilitares dirigidas contra la población civil, ataques, represalias y actos de violencia cuya finalidad principal fuera atemorizarla», y que, por tanto, constituyen hechos que se encontrarían «en permanente estado de consumación, según el derecho internacional y el derecho interno», por lo que la Audiencia Nacional sí podría haberse declarado competente para investigarlos y por lo cual ahora podría perseguirlos cualquier otro país.

De momento, la justicia española ha propiciado una victoria en toda regla de aquellos «legisladores del olvido» a quienes Juan Gelman lanza la acusación tremenda de «promover la continuidad civil, bajo otras formas, del pensamiento militar». Un pensamiento que en la cuestión que estamos tratando, y en lo que se refiere a aquel ejército sedicioso de 1936 y a los grupos como Falange que le acompañaron en su campaña de exterminio, no necesita palabras para ser explicado, porque basta con los números que le ponen al desastre las casi 140.000 personas cuyos nombres le fueron entregados al juez Garzón y que son la suma de las 4.000 que fueron enterradas junto al cementerio de Mérida; más las 2.000 que se calcula que están en el de la Almudena, en Madrid; las 1.600 del de Oviedo; las 6.000 de los campos granadinos de Órgiva y Víznar, donde está Federico García Lorca; las al menos 2.000 de Badajoz y las 15.000 de toda Extremadura; las 4.000 o 5.000 de Málaga; las más de 1.000 de Teruel; las casi 12.000 que fueron exterminadas en Córdoba; las cerca de 15.000 en toda Galicia…

Y así hasta completar la escalofriante cifra del dolor, que, por otra parte, siempre será aproximada, puesto que las dimensiones de aquel espanto son incalculables y, sobre todo, indemostrables, porque no existe forma de encontrar a muchos, por ejemplo, a los que fueron arrojados al mar en las islas Canarias y en otros muchos lugares, atados de pies y manos y con un peso amarrado con una soga al cuello. En un debate televisivo con el comunista Santiago Carrillo, el fundador del Partido Popular y antiguo ministro de la dictadura, Manuel Fraga, dio un ejemplo, cercano a la parodia, de esa mentalidad castrense de algunos civiles a la que se refería Gelman, al oponerse de forma tajante a la apertura de las fosas con un razonamiento que pareció una orden: «Hay que recordar lo que hay que recordar; y lo demás, olvidarlo». El problema del verbo olvidar es que es lo contrario del verbo saber. El último de los manifiestos hechos públicos por AI, en noviembre de 2008, llevaba un título muy explícito: Para pasar página, primero hay que leerla.

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica se inició como una aventura personal cuando el periodista Emilio Silva se decidió a reunir a un grupo de arqueólogos forenses para exhumar los restos de su abuelo, un militante de Izquierda Republicana que había sido asesinado y enterrado, junto a otros compañeros, en un pueblo de León. Después, se ha transformado en la principal organización destinada a canalizar las reclamaciones de miles de familias que también quieren recuperar a los suyos. En sus nueve años de existencia, y gracias al trabajo de los voluntarios que realizan las excavaciones, la ARMH ha recuperado los huesos de unas 4.000 personas, pero no sólo eso: también ha sacado a la luz sus historias, que vistas de una en una le dan una dimensión distinta a la tragedia y que al pormenorizarse se salvan del peligro que toda generalización conlleva, que es el de reducir cada odisea personal a un simple tanto por ciento del drama colectivo.

Una metáfora emocionante de la intensidad de los sentimientos de tantas personas afectadas por las calamidades de la Guerra Civil y la dictadura fue la decisión de Modesta, la abuela de Emilio Silva, que antes de morir mandó que grabaran en la lápida de su sepultura el nombre de su marido para que lo llevasen con ella cuando lo encontraran.

Otros tuvieron, dentro de lo que cabe, más suerte, como Obdulia Granada, superviviente de un paseo llevado a cabo por una banda de falangistas, comandada por un canalla apodado el 501 por el número de ciudadanos que había asesinado en la zona, que una madrugada de octubre de 1936 mató en Candeleda, Ávila, a tres mujeres: Virtudes de la Puente, de 53 años; Valeriana Granada, de 26, y Pilar Espinosa, de 43, la madre de Obdulia. Una de ellas, acusada de ser protestante, y otra, de leer El Socialista. En el camión en el que las metieron también iban Obdulia -que entonces contaba 14 años- y la hija de Valeriana, embarazada de dos meses, Heliodora, que tenía 2 años.

Mientras los arqueólogos de la ARMH recuperaban los restos de las tres mujeres, Obdulia recordaba aquel día horrible, contaba que algo hizo cambiar de opinión a los bandidos, que de pronto ordenaron parar el vehículo y las mandaron a ella y a Heliodora de vuelta a casa. Las tres mujeres fueron fusiladas y a Valeriana le abrieron el vientre, le arrancaron el feto y la rellenaron de hierbas. Los cuerpos quedaron a la intemperie, para que sirvieran de escarmiento a sus vecinos. Uno de ellos, el que se atrevió a enterrarlos y a poner sobre la fosa una piedra que sirviese de señal, murió una semana después a causa de la depresión insufrible en que lo había sumido aquel espectáculo macabro. Obdulia y Heliodora pudieron, al menos, recuperar los huesos de sus madres y depositarlos en un lugar decente.

Un buen ejemplo de la distancia que hay entre la frialdad de las decisiones políticas y los sentimientos de los damnificados por el olvido, lo simboliza el caso del Valle de los Caídos, que era una de las tumbas que mandaba abrir el juez Garzón en sus primeras diligencias y en la que se estima que casi la mitad de los alrededor de 50.000 cuerpos que acoge son republicanos robados de sus tumbas furtivas por los vencedores, que así los mancillaron dos veces. Mirándolo de una manera global, la orden de sacarlos de la cripta del monumento les pareció a muchos una provocación. Pero si lo miras de forma individualizada se convierte en otra cosa, porque entonces conoces, por ejemplo, la historia de seis hombres y una mujer secuestrados por los falangistas en Pajares de Adaja (Ávila), asesinados en el pueblo de Aldeaseca, arrojados a un pozo por un vecino al que los pistoleros obligaron a hacer desaparecer los cadáveres, y cuyos cuerpos fueros sacados de allí en secreto, 23 años más tarde, para ayudar a llenar con ellos la fosa del Valle de los Caídos, para la cual la dictadura no contaba con suficientes muertos. Las familias estuvieron décadas sin saber hasta qué punto serían ciertos los rumores que hablaban del traslado al Valle de los Caídos, y sólo supieron la verdad cuando el pozo fue sondeado y allí sólo aparecieron un cráneo, algunas piezas dentales y el dedal de la mujer ajusticiada aquella noche sanguinaria de 1936.

El dictador no había podido llenar su monumento fúnebre con las víctimas de su bando, como pretendía, porque al acabar el mausoleo, a los 20 años de haber empezado a construirlo, la gran mayoría de las viudas de combatientes franquistas que fueron preguntadas se negó a autorizar la exhumación y el traslado de los restos de sus maridos. El problema fue resuelto cuando el Ministerio de la Gobernación pidió su colaboración a numerosos ayuntamientos de toda España y muchos municipios contestaron que no podían disponer de muertos franquistas, pero sí de los que estaban en las «fosas del ejército rojo». El hijo de uno de aquellos siete fusilados en Aldeaseca jura que no descansará «hasta llevarme a mi padre y a sus seis compañeros de vuelta a casa». El porqué de esa determinación lo explica el nieto de otro soldado republicano, llamado Joan Colom, que murió de tifus en una prisión de Lérida y cuya viuda siempre creyó que estaba enterrado en una fosa común en el cementerio de la ciudad, por lo que ella y sus hijos iban allí a menudo a llevarle flores. Sus descendientes dicen que «no se resignan a dejarle en ese lugar siniestro». Afirman que a su abuela «le hubiera revuelto el estómago saber que su marido está enterrado al lado de su verdugo», y se apoyan en un silogismo difícil de desmontar: «Si el dictador pudo profanar tumbas y robar cadáveres, ¿por qué no vamos a poder nosotros, en plena democracia, recuperar su cuerpo y enterrarlo con sus seres queridos?».

Mientras la respuesta a esas preguntas llega, el tiempo pasa, y poco a poco los familiares de los represaliados van desapareciendo sin ver cumplida su sed de justicia. Por eso la ARMH y otras organizaciones como el Foro por la Memoria continúan su trabajo en toda España e intentan saldar esa cuenta pendiente que la democracia tiene con muchas víctimas de la dictadura, con las cuales los diferentes Gobiernos que han dirigido el país desde 1977 se han comportado con una cicatería que, por poner un ejemplo ofensivo, sería impensable si estuviéramos hablando de víctimas del terrorismo de ETA.

Otros prefieren el negacionismo, se esfuerzan por poner el marcador de la muerte a cero y pretenden desacreditar cualquier intento de enjuiciar e incluso de estudiar las atrocidades del franquismo. Cuando publiqué mi novela Mala gente que camina, cuyo tema es el secuestro de niños por parte de los vencedores de la Guerra Civil, algún periódico tituló su información de esta manera: Prado novela en su última obra un supuesto robo de niños a presas republicanas. Según los últimos estudios, esos niños pudieron ser casi 30.000, e identificarlos era otra de las misiones que perseguía la causa abierta por el juez Baltasar Garzón. Pero, naturalmente, la Audiencia Nacional también se ha declarado incompetente para realizar esas pesquisas. Pura magia negra, la de esos magos del olvido que, con sólo lavarse las manos, pueden hacer invisibles a miles de mártires de la barbarie.

EL PROXIMO DIA 20.01.2008 SE INICIA UNA CAMPAÑA PUBLICA PARA MODIFICAR LA LEY DE REGISTROS CIVILES.

Con el título de ¡¡TODAS LAS VICTIMAS DEL FRANQUISMO A LOS REGISTROS CIVLES!!, las entidades; Grupo de Trabajo “Recuperando la Memoria de la Historia Social de Andalucía” de CGT.A (RMHSA), la Asociación para la Recuperación de la memoria Histórica de Extremadura (ARMH-EX), la Asociación Andaluza Memoria Histórica y Justicia (AMHyJA), la Asociación para la Recuperación de la memoria Histórica de Aguilar de la Frontera (ARMEHISA) y Dignidad y Memoria de Marchena (DIME).

La campaña se presentará en el Centro Cultural El Monte (Laraña, 4 Sevilla) el día 20 de Enero a partir de las 19 horas y constará de un Manifiesto donde se solicitará el apoyo de entidades, organizaciones y personas, para continuar pidiendo entrevistas a diputados y senadores provinciales para explicarles los motivos de esta propuesta y animarles a que presenten en las Cortes las modificaciones siguientes:

1º Facultar a los Ayuntamientos para inscribir en el Registro Civil a todos aquellos vecinos censados en la población, en los momentos de su muerte, y que no tengan familiares que pudieran hacerlo, así como a aquellos funcionarios, empleados o cargos políticos de la Corporación Municipal.

2º Facilitar a las familias la inscripción en los Registros Civiles de las víctimas del franquismo, previa la presentación de documentación oficial (Sentencias Consejos de Guerra, fichas carcelarias, etc.), disponiendo para ello de asesoramiento jurídico gratuito.

3º Agilizar la inscripción “de oficio” por parte de los Juzgados pertinentes cuando exista, y tengan conocimiento, de documentación oficial de la época que así lo demuestre.

El Manifiesto expone que la situación actual a la que se tiene que enfrentar las familias que ahora –treinta y tres años, un mes y 34 días después de la muerte del dictador- intentan inscribir a un/a fusilado en el Registro Civil.

DICE EL MANIFIESTO:

¡¡Tráigame dos testigos presenciales!! Con esta frase suele contestar un alto porcentaje de juzgados a las solicitudes de inscripción de víctimas (desaparecidos y fusilados) del franquismo por parte de los únicos que legalmente pueden hacerlo, los familiares. Ello provoca múltiples viajes al lugar de nacimiento o vecindad de la víctima, los recursos a la negativa de inscripción, los interminables plazos en las respuestas, etc., y en definitiva la demora en solucionar un viejo problema (“los de la guerra”) no resuelto pese a la restitución democrática con todos sus derechos y valores. ¿Por qué se produce esta kafkiana situación?

Está constatado que a los pocos días del golpe de estado se dictaron órdenes precisas para que no se inscribieran en los Registros Civiles a los fusilados con la clara intención de dejar el menor rastro posible del genocidio que estaban cometiendo. En noviembre de 1936, coincidiendo con el declive de la represión realizada al amparo del “bando de guerra”, se publicó un Decreto por el que, como simples desaparecidos a consecuencia de la guerra, miles de personas pudieron «legalizar» la muerte de sus familiares desde finales de 1936 hasta la desaparición de la dictadura. En el mejor de los casos, aceptando “falsear” la causa de la muerte, a cambio de recibir una pensión de viudedad o evitar realizar “la mili” sus hijos mayores, siendo frecuente las siguientes: «En choque con fuerza armada», «A consecuencia del bando de guerra» o simplemente «A consecuencia del Glorioso Movimiento Nacional».

No fue hasta 1978 cuando el Gobierno de la UCD aprobó una Ley de Pensiones de Guerra -por supuesto sin mencionar en ningún momento las razones de tal hecho, que no eran otras que el abandono absoluto en que el franquismo dejó a sus víctimas-, para lo cual había que demostrar la desaparición del familiar por el que se quería cobrar la pensión. O sea que la prueba recaía sobre la familia de la víctima y no sobre el Estado responsable de aquellos hechos, que era realmente quien contaba con la información. Esto tuvo, al menos, la consecuencia positiva de poner al descubierto la lamentable situación existente, ya que al recaer la tramitación de los expedientes sobre los ayuntamientos estos se vieron en la obligación de reunir los documentos exigidos, que no eran otros que los que pedía el engorroso decreto de 1936 antes mencionado. O sea, que el decreto franquista, hecho por necesidades burocráticas y para evitar una avalancha de inscripciones, seguía vigente.

Fue entonces, y con este motivo, cuando se vieron las dificultades que seguía acarreando el empeño: muchas personas no lograron localizar el acta de defunción exigido para el cobro de la pensión, en unos casos porque no existía y en otros porque no había modo de encontrarlo, ya que podía haber sido realizado en algún momento indeterminado de los años 40, 50… Así pues estas personas, entre otros requisitos, fueron obligadas a inscribir a sus deudos a través de un “expediente de inscripción fuera de plazo o diferido”, para el cual les fue exigida la declaración de dos personas que dieran fe del hecho. Y esto, que podría haberse encomendado perfectamente a los Ayuntamientos o incluso a la Guardia Civil y a la Policía, se convirtió en un quebradero de cabeza para los familiares por dos razones: por la dificultad objetiva, dada su naturaleza, de localizar a dichas personas a más de cuatro décadas de los hechos (pensemos lo que debió suponer en los años cuarenta) y porque puso en manos de los responsables de los Juzgados de 1ª Instancia un instrumento fácil para rechazar, congelar o invalidar los expedientes. Así, al daño causado en su momento, se añadió la humillación de unos procedimientos legales ideados para que las personas asesinadas no pudiesen adquirir ni siquiera la condición de víctimas. Todo quedó pues en manos de un personal judicial que, en general y salvo excepciones, era muy poco o nada consciente del delicado material humano que allí se estaba manejando. Ahora se trata de poner fin a esta lamentable situación.

El uso del Registro Civil, como fuente documental, es esencial en cualquier proceso de investigación de la represión, para así poder cuantificarla, pero también para poder ponerles nombre a las víctimas. El proceso de Recuperación de la Memoria Histórica impulsada por la sociedad civil ya ha puesto de relieve la falsedad de los datos que han sustentado la interesada equiparación de víctimas de la guerra (“muertos y barbaridades hubo en los dos bandos”). Pero todavía, setenta y dos años después de la masacre y treinta de las primeras elecciones democráticas, ningún Gobierno ha favorecido la modificación de la Ley que regula la inscripción en dichos Registros Civiles, pese a que todos los Grupos Parlamentarios conocen esta situación por diferentes iniciativas impulsadas por las asociaciones memorialistas.

Aguilar de la Frontera a 15 de enero del 2009.-

Rafael Espino Navarro.- (AREMEHISA) 680634633

El mayor archivo de la guerra reduce de cinco a uno sus días de apertura
C. Rengel
El mayor archivo de la Guerra Civil en Andalucía, el del Tribunal Militar Territorial Segundo de Sevilla, ha reducido su horario de apertura de cinco días a la semana a uno. Los familiares de represaliados de la contienda y los historiadores denuncian que el cambio retrasa entre cinco y siete meses sus investigaciones. IU-ICV va a pedirle cuentas a Defensa en el Congreso.

La coalición de izquierdas se ha hecho eco de la denuncia de CGT-Andalucía, que llevaba meses lamentando los nuevos horarios de atención al público de este archivo, situado en la Subdelegación de Defensa en Sevilla, en Eduardo Dato. Según los datos aportados por CGT, el archivo se abrió en 1997 y, desde entonces, los investigadores que necesitaban alguno de los documentos que guarda tenían que solicitar su consulta por escrito y acudir cualquier mañana a sus dependencias, entre las 9.30 y las 13.30 horas. El plazo para la entrega de los documentos solicitados era de un mes como máximo en la mayoría de los casos, aunque en ocasiones la falta de personal obligaba a los interesados a buscar por sí mismos entre los “innumerables legajos” aquello que les interesaba.

Sin embargo, desde antes del verano, “las condiciones de acceso al archivo han empeorado sobremanera”, pues el horario de acceso se ha reducido a un solo día a la semana, los viernes. Si se quiere copia de algún papel, “debe ser el investigador el que lo haga con cualquier medio de su propiedad”, ya que el Gobierno central ha eliminado el servicio de reprografía que existía años atrás. Es decir, que no se pueden llevar de allí ni una fotocopia.

Además, aunque un familiar o historiador entregue en mano a los funcionarios la identificación del legajo y el expediente en que se encuentra el papel que se necesita, los plazos también se demoran. Según la pregunta escrita remitida por Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya Verds al Congreso de los Diputados, “hay varios investigadores que llevan esperando más de medio año, y en algunos casos más de un año para que se les entregue la documentación pedida”.

Será la ministra de Defensa, Carme Chacón, la que deba contestar por qué han empeorado las condiciones de este archivo, si esta situación se repite en otros archivos militares de España, qué medidas se van a tomar para reconducir la situación y si va a garantizar o no el libre acceso a estos fondos, tal y como reconoce la Ley de Memoria Histórica, aprobada hace un año. Por el momento, “ni los familiares de represaliados ni los historiadores ni las asociaciones de memoria han recibido una explicación, ni clara ni confusa”, denuncia Cecilio Gordillo, portavoz de CGT-Andalucía y responsable de la página web http://www.todoslosnombres.org.

IU-ICV reconoce en su pregunta que algunos responsables del archivo han alegado que la demora se debe a que están “catalogando los fondos”, pero entienden que la catalogación de los documentos “no tiene por qué impedir a los funcionarios la búsqueda de documentos”, más aún cuando se les indica por escrito dónde buscarlos. “De esta manera, parece imposible plantearse cualquier investigación seria que pase por la consulta de estos fondos, porque la demora resulta indefinida”, concluye el documento.

Gordillo confía en que Defensa conteste “rápido” a esta cuestión, ya que se están paralizando investigaciones de toda la comunidad andaluza. Se estima que cada semana se puede procesar una quincena de solicitudes de información, bien de familiares que desean conocer el paradero del cadáver de un allegado o rescatar la condena que se le impuso en tiempos de guerra, o bien de investigadores independientes.

GARZÓN INSTA A SIETE JUZGADOS A INVESTIGAR LOS «NIÑOS ROBADOS» DEL FRANQUISMO

El juez mantiene su calificación de crímenes contra la humanidad.

El Páis/JOSÉ YOLDI – Madrid – 08/01/2009

El juez Baltasar Garzón ha remitido a los juzgados decanos de Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia, Burgos, Málaga y Zaragoza, los datos relativos a los niños robados durante la Guerra Civil y primeros años del franquismo para que investiguen su paradero. El magistrado, en cumplimiento de la resolución de la Audiencia que declaró que no era competente para investigar los crímenes del franquismo, se ha inhibido en favor de 27 juzgados territoriales para que tramiten el caso de la memoria histórica.

En la resolución, Garzón insiste en que el objeto de la investigación es la existencia de un plan sistemático y preconcebido de eliminación de oponentes políticos a través de múltiples muertes, torturas, exilio y desapariciones forzadas (detenciones ilegales) de personas a partir de 1936, durante los años de Guerra Civil y los siguientes de la posguerra, producidos en diferentes puntos geográficos del territorio español.

El juez mantiene que la tipificación jurídica que corresponde a esos hechos es la de detención ilegal con desaparición forzada de personas en el contexto de crímenes contra la humanidad.

Sin embargo, serán los nuevos jueces a los que corresponda investigar los hechos, los que deberán decidir si aceptan la calificación jurídica realizada por Garzón o si por el contrario la modifican. También deberán decidir si continúan con el procedimiento o se declaran incompetentes. En ese caso, sería el Tribunal Supremo el que debería decidir sobre qué órgano es el competente para investigar los hechos.

Respecto a los niños perdidos del franquismo, el juez recuerda que el pasado 6 de noviembre Ricard Vinyes aportó una documentación consistente en identidades de niños desaparecidos y en transcripciones de conversaciones que avalan la necesidad de una investigación exhaustiva. Se trata, según el juez, de datos necesarios para comprobar el delito, una de las condiciones exigidas por la Audiencia para no declarar nulas esas actuaciones.

En el auto dictado el pasado 18 de noviembre, el juez recordaba que la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en su declaración de condena de la dictadura franquista de fecha 17 de marzo de 2006 señalaba que «los niños perdidos son también parte de las víctimas del franquismo: se trata de hijos de presos cuyos apellidos fueron modificados para permitir su adopción por familias adictas al régimen. Varios miles de hijos de obreros fueron también enviados a instituciones del Estado, porque el régimen consideraba su familia republicana como ‘inadecuada’ para su formación».

«Niños refugiados», señalaba la resolución, «fueron también secuestrados en Francia por el servicio exterior de repatriación del régimen y situados posteriormente en instituciones franquistas del Estado. El régimen franquista invocaba la «protección de menores» pero la idea que aplicaba de esta protección no se distinguía de un régimen punitivo. Los niños debían expiar activamente «los pecados de su padre» y se les repetía que ellos también eran irrecuperables. Frecuentemente eran separados de las demás categorías de niños internados en las Instituciones del Estado y sometidos a malos tratos físicos y psicológicos».

Las cifras de niños y niñas, hijos de presas, tutelados por el Estado, según la memoria que el Patronato Central de Nuestra Señora de la Merced para la Redención de Penas elevó al Caudillo de España en 1944, ascendía a 12.042, la mayoría de los cuales, en especial los niños (7.538) estaban en centros religiosos, cifra que en la década 1944-1954, pasó a ser de 30.960 niños cuyo ingreso en centros religiosos y seminarios fue gestionado por el Patronato de San Pablo, dependiente del Ministerio de Justicia, decía el auto. La mayoría de esos niños eran huérfanos de guerra con padres muertos, presos, exiliados, clandestinos o desaparecidos, o al menos eso se desprende de las listas de muchachos elaborados por el patronato de la Merced para ingresarlos en centros públicos o religiosos. Las listas oficiales señalaban la situación del padre como fusilado o desaparecido.

Hasta 152.237 víctimas

El juez Garzón ha recibido ya un avance del informe pericial que le será entregado en los próximos días en el que los peritos designados apuntan a un balance provisional de víctimas que oscila entre 136.062 y 152.237.

Las asociaciones para la recuperación de la Memoria Histórica habían contabilizado un total de 143.353 víctimas, pero los peritos estiman que la cifra puede ser superior en casi 10.000 personas más.

El informe definitivo será entregado en breve y será remitido a los juzgados correspondientes junto con una copia digitalizada de todas las actuaciones realizadas en la Audiencia Nacional.

A partir de ahora, el caso pasa a 27 juzgados de Madrid, Valencia, Alicante, Asturias, A Coruña, Badajoz, Burgos, Cáceres, Castellón, Córdoba, Granada, Huelva, Huesca, León, Lugo, Mallorca, Navarra, Palencia, Pontevedra, Soria, Toledo, Zamora y Zaragoza para que decidan sobre las exhumaciones solicitadas por las asociaciones y se pronuncien sobre la continuación de la causa.

Garzón recuerda en su resolución que la Audiencia Nacional sólo se pronunció sobre que él no tenía competencia para investigar los hechos, pero no lo hizo sobre otros extremos importantes, como por ejemplo, si se debe aplicar o no la Ley de Amnistía, si los hechos han prescrito o no, o incluso si los hechos que se pretende investigar están indiciariamente acreditados y, de estarlo, si son o no constitutivos de delito.

La polémica está servida, porque entre 27 juzgados, seguro que alguno se declara competente para continuar la investigación y otros considerarán que se trata de hechos prescritos, o afectados por la Ley de Amnistía. El Supremo tendrá que pronunciarse.