En un entrañable y sencillo acto, AREMEHISA, recordó y hamenajeo ayer a las personas represaliadas en Aguilar de la Frontera, a raiz de los acontecimientos ocurridos trás el alzamiento militar del 18 de julio de 1936.
Al mismo concurrieron los voluntarios y familiares que estan participando en las tareas de exhumación de las fosas de la guerra civil de esta localidad. Rafael Espino (presidente de la Asociación), pronuncio unas palabras en recuerdo de los represaliados, a las cuales siguieron la lectura de varios poemas. El acto concluyo con una visita guiada a las fosas que se estan exhumando, donde se explico al publico asistente los pormenores del desarrollo actual de las mismas.
A lo largo de la próxima semana, AREMEHISA, mantendra una jornada de puertas abiertas, a las mismas.

«Hoy. 17 de julio del 2010. AREMEHISA, quiere recordar a las personas represaliadas en esta localidad hace 74 años. Personas de aquí de Aguilar de la Frontera, de Monturque, Montilla, Montemayor, Puente Genil, Fernan Nuñez, Lucena, Osuna (Sevilla) y San Roque (Cadiz).
No hemos querido este año, desaprovechar esta oportunidad, la oportunidad, que nos brinda el desarrollo de la exhumación de las fosas comunes de la guerra civil. Como digo aprovechando nuestra presencia aquí, hoy recordamos a todos nuestros desaparecidos y represaliados.

Un día, como hoy, de un verano igual de caluroso como este, el 17 de julio de 1936, se coloca en las calles de Melilla, el bando por el cual se declara el bando de guerra. En el se leia “… el restablecimiento de este principio de autoridad, olvidado estos últimos años, exige inexcusablemente que los castigos sean ejemplares, por la seriedad con que se impondrán y la rapidez con que se llevá a cabo, sin titubeos, ni vacilaciones. Firmaba el mismo, el general en jefe superior de las Fuerzas de Marruecos, francisco Franco Bahamonte.
Solo un día mas tarde, el alzamiento militar, se extiende por toda Andalucía. En las cabeceras militares de Sevilla, Granado, Córdoba y Cádiz triunfa la sublevación de inmediato, Huelva se les unirá algunos días después, tras la destitución del general Campins, el coronel Cascajo se apodera de Córdoba.
El enorme rompecabezas en que se convirtió la población cordobesa de Aguilar de la Frontera tras los acontecimientos ocurridos a raíz del golpe de estado perpetrado contra el gobierno constitucional de la II República, estalló en mil pedazos a partir del día 18 de julio de mil novecientos treinta y seis.
La represión comenzó con el golpe de estado de forma generalizada y brutal. Desde el mismo día 18 de julio de 1936 y hasta el fallecimiento del caudillo el 20 de noviembre de 1975, los españoles vivieron, una larga y cruenta guerra civil y una posguerra  de casi cuarenta años, caracterizadas ambas etapas por la aplicación de una predeterminada estrategia represiva fríamente calculada desde sus orígenes. “…  La acción ha de ser en extremo violenta, para reducir lo antes posible al enemigo que es fuerte y bien organizado.“ “… serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al Movimiento, aplicándose castigos ejemplares a dichos individuos, para estrangular los movimientos de rebeldía o huelga”. Así se expresaba “el director” unas semanas tan solo antes del golpe de estado y a medida que avanzaba el ejército rebelde en sus posiciones las represión  se cebó sobre todo en la clase obrera y campesina, así como en los afiliados a sus organizaciones.
  La Junta de Defensa, no tardo mucho tiempo en dotarse de instrumentos jurídicos para proceder a una sistemática y ejemplar represión. Los bandos del 17 y 18 de julio, declaraban el estado de guerra, asumiendo todos los poderes la autoridad militar; el 18 de julio esta misma Junta declaraba en rebelión militar a cualquiera que hubiera defendido, activa o pasivamente el orden constitucional vigente en la II Republica. Las matanzas indiscriminadas de las primeras semanas, se convertían en ejecuciones militares decretadas por tribunales militares por adhesión a la  rebelión militar. La represión no se detuvo en las personas, alcanzó también a todas sus organizaciones, partidos y agrupaciones políticas que hubieran formado parte del Frente Popular. El 18 de agosto Queipo de Llano decía en la radio …” el ochenta por ciento de las familias andaluzas están de luto y no vacilaremos en recurrir a medidas más rigurosas”.  
  La sociedad española vivió bajo el estado de guerra declarado desde el día 28 de julio de 1936 hasta  mediados del año 1948. Los militares y sus afectos civiles inundaron todo el aparato del estado, haciéndose cargo de la gestión de la economía del país y creando tribunales especiales encargados de administrar la justicia de los vencedores, con una técnica metódica e implacable. Las nuevas autoridades se propusieron erradicar por completo todo lo que la sociedad liberal del medio siglo de restauración y todo lo que la sociedad democrática de cinco años de republica habían visto surgir. El nuevo régimen instauró la represión y el miedo, como política de estado, en lugar de fundamentar la paz en una reconciliación, que curiosamente, serían los propios vencidos los que la harían posible cuarenta años después a expensas de renunciar a la verdad y a la justicia. Desde 1936 hasta 1939, y luego bajo el régimen, desde 1939 hasta 1975, la única versión oficial que se dio en nuestro país y la cual se encargó el régimen de transmitir a la sociedad española fue la del olvido, el miedo y la impunidad. La represión alcanzó a dirigentes políticos de organizaciones de izquierda, maestros, intelectuales, escritores, científicos, y personas anónimas cuyo único delito consistió en mantenerse leales al Gobierno constitucional vigente. Fueron objeto de depuración, una depuración iniciada por la sanguinaria maquinaria franquista, cuyo único y principal objetivo consistió en exterminar y arrancar de raíz todo vestigio de germen republicano que pudiera poner en peligro el naciente régimen de terror. Los sometidos a depuración hubieron de abandonar a sus seres queridos al ver peligrar sus vidas, padecieron largos años de encierro en míseras prisiones, sufrieron torturas indiscriminadas, persecución, indignas humillaciones, destierro, desapariciones forzadas y ejecuciones por  fusilamientos. Se les mató en las cunetas, en las tapias de los cementerios, se ejecutó planificadamente el 10 % de las poblaciones donde entraban los militares rebeldes, se premeditó eliminar a maestros, poetas, médicos y jornaleros, todo con un único objetivo histórico, perpetuarse en el poder personal y oligárquico motivado por la explotación del hombre, para aniquilar y triunfar sobre la lucha de clases del proletariado y campesinado, utilizando la represión, la sumisión, el amiguismo y la violencia de las armas.
  Las atrocidades cometidas durante los años de guerra se ocultaron, se manipularon y se silenciaron maquiavélicamente por parte del nuevo régimen surgido, como parte de una estrategia de posesión de la verdad. Se difundían públicamente las atrocidades de los “rojos”, – Causa General, creada por Decreto de 26 dé abril de 1940- ( ni una sola recogerán de esta población), pero, se guardaban bajo una pesada loza de olvido, las practicadas por los afectos al movimiento nacional durante la guerra y la posguerra. Bajo una encubierta apariencia de investigación imparcial y rigurosa, se manipulo la información, con el pretexto de exagerar los abusos del enemigo y así poder justificar los propios. Aplicar la política del olvido y el miedo institucionalizado garantizó durante toda la permanencia de la dictadura su efectividad.

  Muchas personas – no todas- han vencido ya, la política del miedo, totalmente o en parte, siendo lo suficientemente valientes para hablar. Hablar , venciendo el miedo aún a pesar de llevar más de cuarenta años, sufriendo “en silencio” el temor de no poder hablar, pues solo tenían derecho a callar y sufrir, a agradecer día a día que aun seguían vivos, a temer por sus seres queridos, a ser parientes de los “marxistas” o “rojos”.  Así de terrible e injusta fue la vida para centenares de familias, condenadas a vivir en una atmósfera de temor y miedo constante y permanentemente, durante mucho, muchísimo tiempo.
  Igualmente el olvido, ha dejado paso a la memoria, que hoy por hoy vive tiempos de éxito, pues salvo en casos excepcionales, podemos decir que en los últimos años se le ha concedido un tiempo muerto. La demanda social, de memoria ha crecido sobre todo en las nuevas generaciones  que ya temen saber , son los nietos, a la que nadie había hablado de nada,  y sienten la necesidad de saber, de preguntar, de recomponer su historia familiar quebrada en el tiempo y oculta en el pasado. Esa nueva generación, busca respuestas y tras siete décadas, el recuerdo y la palabra, sustituyen hoy al miedo y al olvido. Son los descendientes de las victimas, que asumen su legado ideológico y se hacen depositarios de los principios que defendieron incluso con sus vidas, asumiendo la responsabilidad de preservar su memoria y su dignidad, por que básicamente  es una cuestión de calidad democrática y defensa de los derechos humanos.
Los familiares, no pretendemos, hacer justicia, no nos corresponde a nosotros, aunque por desgracia la justicia reparadora de los perjuicios causados a cientos, miles de personas, de esta localidad, es en todo caso imposible. Pues nadie podrá devolver ya la vida a los que la perdieron, ni los años de plena juventud a los que la pasaron en la cárcel o en el exilio. Nadie podrá reparar el miedo, el dolor, el sufrimiento y la vejación y la humillación a la que fueron sometidas muchas personas por defender la igualdad y la libertad. No pretendemos, pues, dar una lección de historia ni mucho menos imponer una determinada visión del pasado. Hoy, como siempre nuestro principal objetivo ,es homenajear a aquellas personas que fueron víctimas por encima de todo. Que todo el mundo conozca que un buen numero de vecinos de este pueblo, fueron vilmente asesinados, sin merecer dicho destino y que sus familias fueron senteciadas a soportar el oprobio y la vergüenza publica durante decenios de años sin ser culpables de nada y por supuesto esclarecer y dar a conocer públicamente las actividades represivas desplegadas por las autoridades militares y civiles del nuevo régimen surgido de la sublevación, durante y después de la contienda en esta y otras localidades.
  Conocer la verdad, sin miedo, sin censuras, sin ocultamiento intencionado de la realidad, para poder preservar del olvido colectivo el sufrimiento y el valor de cientos de personas de este y otros pueblos, que lo entregaron todo, recibiendo muy poco a cambio .
Durante muchos días grupos armados patrullaron el pueblo sacando a las personas de sus casas, deteniéndoles en los bares y en los campos, con cualquier pretexto. Obligados a subir a camiones fueron llevados a lugares alejados del pueblo y despojándoles de los objetos de valor y de la documentación, eran asesinados y abandonados los cadáveres o arrojados en cunetas y fosas comunes. En este pueblo de poco más de 13.000 habitantes la represión a su paso dejo un reguero de dolor y de muerte inimaginable a su paso – cientos de personas huidas, exiliados de por vida, que solo regresaron muerto el dictador, encarcelamientos, campos de concentración, suspensiones de puestos públicos, depuración de funcionarios, incautación de bienes y más de ciento cincuenta personas fusiladas y desparecidas –  dejando secuelas vivas en cientos de familias que desconocen donde se encuentran los restos de sus familiares, diseminados por todo el termino municipal y ocultos en fosas comunes.

Una porción demasiado grande de la población de este pueblo desapareció sin dejar rastro al comenzar una guerra cruel y devastadora, que comenzó la represión ese mismo día dejando un reguero de dolor y sangre tras la publicación de los bandos del 17 y 18 de julio, que declaraban el estado de guerra y asumiendo todos los poderes la autoridad militar e incitando en los mismos a que comenzaran las matanzas indiscriminadas de las primeras semanas, los primeros meses.

Esta represión no se detuvo en las personas, alcanzó también a todas las organizaciones, partidos políticos y agrupaciones obreras que hubieran formado parte del Frente Popular.

En esta ciudad, de poco más de trece mil habitantes, sin frente de guerra, sin resistencia, sin conflictos armados contra las fuerzas del “nuevo orden”, se desató una escalofriante carnicería. Fueron pasados por las armas en pocos días casi doscientos civiles. Tal fue la masacre, que se fusilaron a 174 personas en apenas dos meses.

Los cuerpos de las víctimas, apilados en montones, fueron rociados con gasolina y quemados en el cementerio municipal, para hacer imposible su identificación y olvidar el registro de su asesinato y quedar “desaparecidas” legalmente para siempre.
Los asesinatos arbitrarios y los fusilamientos, sin sujeción a ningún tipo de proceso judicial, generaría en los meses siguientes muchos más desaparecidos
Este torbellino de locura atrapó en sus fauces a decenas de personas, en los tajos de trabajo, en sus casas, en los centros obreros, en el ayuntamiento, en los campos … y dejó a su paso destrucción y muerte.

“El adversario”, quedó exterminado, y sus muertes jamás se registraron, ni en los juzgados, ni en los cementerios. Sus cuerpos fueron ocultados, para ocultar la complicidad de sus asesinos, sin letreros, sin cruces, sobre la tierra que sepultó sus vidas.
Nunca, podremos saber con exactitud el alcance de los asesinatos cometidos. Su cuantificación, su cómputo. Su número quedó también oculto y sellado en las fosas comunes donde fueron arrojados.

Hoy, transcurridos setentay cuatro años de aquellos acontecimientos, aún a nuestro pesar, para vergüenza de toda la sociedad española, aun siguen siguiendo “desaparecidos”.
Familias enteras, masacradas …… hicieron que ese recuerdo terrorífico permaneciera grabado en la memoria de los familiares de por vida.
Comenzar a hablar, para que se conozcan los hechos, para que todos sepamos que de forma sistemática y fríamente calculada y planificada, en esta localidad se asesinaron a cientos de personas de edades comprendidas entre los 17 y los 72 años. Que la represión desatada dejó huérfanos de padre a mas de 700 niños pequeños. Que de forma indiscriminada al no encontrar a los hombres se asesinaron también a 5 mujeres ….

Por que los familiares tienen todo el derecho a conocer lo que le sucedió a los“desaparecidos“, a saber donde se encuentran sus cuerpos. Por que aún a regañadientes algunos todavía no han reconocido y aceptado por completo la muerte de sus seres queridos “desaparecidos”. Por que ninguno ha olvidado todavía el intenso olor a muerte desatado, las penas, las angustias, el dolor padecido y todo lo demás.

No es un sentimiento, de odio, no es un sentimiento de rencor, es un sentimiento de justicia. De justicia, sin acudir a la venganza. De justicia después de 72 años de generosidad desbordada.

De justicia, sin olvido, sin perdón, pero sin revancha. Sin sentimiento de odio.

De devolver la dignidad y la reparación moral a las víctimas, desaparecidos y asesinados por defender los valores democráticos y reconocer el derecho de los familiares y herederos a recuperar sus restos, su nombre y dignidad, exhumando las fosas comunes que contienen el dolor y el luto acumulado durante demasiados años.

Por que desconocer el lugar donde yace el ser querido, no tener la posibilidad de poder llevarle unas flores, equivale a no haber podido despedirse de él, a no poder completar ni cerrar el duelo, a mantener vivo el dolor, y a resistirse a borrarlo de la memoria.

Es nuestro deseo de esta manera devolver parte de esa historia que ha de ser de todos y que fue arrebatada a tiros a los habitantes de esta población, recuperar parte de la vida de las personas asesinadas a través de sus nombres y que las futuras generaciones conozcan los capítulos silenciados de nuestra historia, que conozcan quienes fueron esos hombres y esas mujeres que defendieron con sus vidas los valores de la democracia, sobre los que hoy se asienta, nuestro estado de derecho. Devolver un pequeño espacio en esa memoria de todos, a sus ideas, a su lucha, a sus creencias, a su cultura nos devolverá un patrimonio colectivo, el cual estamos llamados a preservar y conservar. La búsqueda de la verdad, los hechos ocurridos, el derecho y la razón en este sentido tienen un objeto común: aclarar la significación de las desigualdades existentes en esos tiempos en un estado de dominación, donde todos los hombres no eran iguales ni libres.
     Se que no están todos, sería imposible, muchos quedaran para siempre olvidados y silenciados. Tampoco aparecen los nombres de sus verdugos, no es el fin de este trabajo. Sin buscar venganza, ni revancha, solo pretende recobrar la memoria, el nombre, el rostro, la voz que se mantuvo en silencio durante tanto tiempo. Es nuestra obligación y es su derecho».